Never Let Me Go: De los temblores invisibles y las melodías lejanas

Durante una entrevista realizada por la cadena CNN a Kazuo Ishiguro hace más de diez años, el escritor británico manifestó que se interesaba mucho por los fallos de la memoria, a la que miraba como un filtro nublado y oscuro a través del cual vemos nuestras vidas, lo que trae oportunidades para el autoengaño. Como escritor, el actual premio nobel de Literatura se interesa más en lo que el personaje cuenta, que por el hecho en sí mismo, y es precisamente esta visión tan íntima sobre los espejismos de la memoria lo que encontramos en Never Let Me Go (2005), traducida al español como Nunca me abandones, una novela en la que el acto de evocar el pasado es concebido como una forma de perdurar y resistir, un fragmento de espacio fuera del tiempo en el tiempo donde la incertidumbre no es más que una travesía cotidiana hacia lo inevitable; el filtro que el escritor objeta, en medio de una realidad tan desoladora como brutal.

Los orígenes de la distopía se remontan a antes del Renacimiento, no obstante, fue en el siglo XX cuando el subgénero cobró fuerza ante el surgimiento de estados totalitarios y un despliegue tecnológico jamás conocido hasta entonces. Novelas como Un mundo feliz, de Aldous Huxley, y 1984, de George Orwell, fueron las primeras en advertir sobre las repercusiones nefastas de la manipulación psicológica. La distopía no solo ha revelado lo peligroso del uso de la ciencia como un mecanismo de enajenación y desmedido control social, también nos brinda una mirada cruda sobre los temores más profundos que el hombre se niega a asumir y un insistente cuestionamiento a su naturaleza frente a la distorsión de los límites de la moral y lo devastador disfrazado de ideal. Toda una prospección brumosa de lo que podemos llegar a ser.

Dotada de una prosa impecable y un lenguaje sibilino, la estructura narrativa de Never Let Me Go parte de la curiosidad por descubrir lo que los humanos «de verdad» ocultan, así como los pequeños dolores infantiles de sus personajes. Más adelante, nos muestra su madurez con toda la carga emocional que implica el desasosiego y la imposibilidad de un porvenir más allá de aquello que ha sido designado para quienes son considerados residuos de una sociedad que los necesita para sobrevivir a enfermedades mortales. Una historia abrumadora, descarnada, pero sobre todo inquietante, que explora una serie de conjeturas filosóficas acerca de la fugacidad de la vida y la necesidad de perpetuarla a cualquier costo. A través de una atmósfera bucólica y paisajes lóbregos, Ishiguro nos conduce por un camino rebosante de añoranzas, despedidas y desencuentros entre seres que aparentemente viven en un presidio de sospechas, ajenos a los horrores del mundo exterior, así como el final aterrador que de alguna forma se intuye a lo largo de toda la novela en cada hipótesis o misterio develado, y es que uno de los mayores aciertos del escritor británico es su aguda capacidad para reflejar con total crudeza, y sin la necesidad de entrar en detalles, la maldad que encierra una justificación tan endeble como cínica sobre el supuesto bien común por encima de la integridad individual y la ética; un rompecabezas de imágenes degradantes que oscila entre la imaginación del lector y lo que se sugiere.

Varios críticos literarios han comparado la narrativa de Kazuo Ishiguro con la de Marcel Proust debido a su carácter intimista y retrospectivo; no obstante, la escritora Sara Danius, secretaria de los Premios Nobel, establece una diferencia sustancial entre ambos autores, al manifestar que Ishiguro no trata de redimir el pasado como Proust, sino más bien de explorar lo que hay que olvidar para sobrevivir como individuo o sociedad.

Y es que Never Let Me Go no es solo una novela que aborda el tema de la clonación como una respuesta desesperada ante la decadencia social y sus posibles consecuencias, sino que también constituye un viaje hacia el universo de los sentimientos disímiles que fluctúan entre sus protagonistas, lo que de alguna forma hace soportable su miedo ante lo inminente. La amistad, las sutiles muestras de afecto y la posibilidad de prolongar el tiempo se acortan inexorablemente con un peso palpable, que no deja posibilidad alguna para la disconformidad. Lo único real es lo vivido, lo que no se hizo a tiempo y lo que todavía se puede experimentar.

El título del libro hace referencia al tema musical ‘Never Let Me Go’, de la cantante ficticia Judy Bridgewater, cuya composición real para la adaptación cinematográfica de la novela estuvo a cargo del músico Luther Dixon y la interpretación de la vocalista de Jazz Jane Monheit. Con un estilo que evoca a las melodías de los años cincuenta, la canción simboliza el resquebrajamiento del viejo mundo, que se advierte más tecnificado con gente físicamente sana, pero a la vez más cruel, siendo una metáfora incidental de la trama. No es la primera vez que Ishiguro desarrolla una conexión musical entre los personajes de su obra. En Nocturnos, el autor demuestra que la música funciona como un catalizador espiritual para sobrellevar el desarraigo.

Elegida como una de las cien mejores novelas modernas jamás escritas, según la revista Time, Never Let Me Go no crea intencionalmente una fábula de ciencia ficción, se sirve de esta para desnudar la complejidad humana, el amor, el despertar sexual y la creatividad artística como una evidencia del alma, en medio de lo inconcebible. Durante la rueda de prensa de la película basada en la novela, Ishiguro manifestó que su libro expresa lo que sienten las personas en el ocaso de su vida y la necesidad de recuperar lo que define su existencia. Al final, el libro nos deja con varias interrogantes cuyas respuestas parecen sencillas de contestar en un inicio, pero a los pocos segundos nos producen un breve escalofrío si pensamos hacia dónde se dirigen nuestras posibilidades y la realidad actual: ¿qué es lo que realmente queremos hacer cuando se nos acaba el tiempo?, ¿somos capaces de justificar cualquier medio por el mito de que se puede engañar a la muerte? La dicotomía que nos delinea y los filtros de nuestra memoria que menciona Ishiguro son los únicos que podrán responder esas preguntas en un futuro no muy lejano.

Fuentes bibliográficas

-Díaz, Vicente. (2013). ‘Nunca me abandones (Mark Romanek, 2010)’ (The Cult, http://www.thecult.es)

-VIDEO: Film Independent, (septiembre de 2010), ‘Kazuo Ishiguro discusses his intention behind writing the novel Never let me go’ (recuperado de http://www.filmindependent.org/)

-Announcement of The Nobel Prize in Literature 2017, Nobel Prize Org, 2017 (recuperado de https://www.nobelprize.org)